Sobre el afán de colección del ser humano

La necesidad de coleccionar en el ser humano ha sido desde tiempo inmemorial una tendencia de algunos individuos de la especie y ha sido acaso motivación principal de muchos de los descubrimientos de tierras extrañas, no solo el afán de colectar riquezas y bienes, como fue el caso de los descubrimientos por vía marítima o terrestre de los siglos XIV al XX, el caso del arte es emblemático por antonomasia, pues alrededor de esta práctica se han amasado fortunas, codiciado obras y seguramente causado guerras.

Detrás del gusto y pasión por colectar obras de arte aparece por mí parte la necesidad imperante de poseer una obra cuyo significado represente un “algo” consciente o inconsciente, seguramente de ambos, que me impele a desear para sí esa pieza, no obstante su estética rompa con la belleza pero conserve la singularidad de lo irrepetible, además la historia que guarda la planeación, realización, y devenir de una obra artística, esos elementos son capaces de darle a una creación la máxima necesidad de poseerla para gusto mezquino de ser el dueño y nadie más, o para el gusto noble de salvaguardarla o compartirla, e incluso para destruirla o almacenarla a la vista de nadie, quizá la avaricia sea el placer, o tantas otras posibilidades como coleccionistas de lo indecible e inimaginable existan, cuento con obras que al mirarlas hechizaron mis sentidos y estimularon mi pensamiento y sensibilidad, las adquirí como ese fulgor profundo de tomar para mi espacio tal o cual pieza, cuento también con obras surgidas de la vanidad de saber que a otros conmueven y agradan, siendo ese mezquino conocimiento motivante suficiente para su compra, algunas otras las hice mías como un deber samaritano de rescatar un trabajo condenado al olvido o la destrucción, son digamos rescates de humanidad, que brindan el orgullo de platicar como la salvamos del olvido, o peor de su inapreciación, pero cuento con una en particular que es la primera y única muestra de los vaivenes del arte que asaltaron un día a una amiga mía escritora de oficio y destino, quien entre otras artes del alma una tarde decidió pintar, el resultado fue una obra que no describiré porque acaso sea ese mi placer, poseer una obra pictórica que estaba condenada a borrarse o destruirse en un arrebato de ira o desdén producto de los demonios internos de tal mujer de letras, la obra en cuestión es entonces un trabajo del que solo yo sabré su historia y significado, y será quizá motivo de conversaciones secretas o rumores que posiblemente hare circular acerca de la existencia de esa obra como leyenda urbana, que interesará a aquellos que conocen de facto los escritos de la autora, o tal vez no lo haga nunca, y la deje allí en el sitio que dispuse para tener ese trabajo fortuito que a mis manos llegó, claro que no fue gratuito ese recibimiento y a cambio tuve que dar una de mis obras favoritas de esta absolutamente personal colección que atesoro, misma que ocupaba un sitial central en mi casa y de la que hablaré para describirla indicando que se encuentra en manos de una coleccionista privada de la que no daré el nombre más que a mis conocidos , es probable que esta retorcida elucubración sea solo entendida por otro coleccionista, que se haya vivido preso por el deseo de obtener lo efímero y perdurable de las obras de arte que circulan en manos de quienes valoran objetos que capturan el alma de las personas.

PINO DUEÑAS B.
JUNIO 08
MORELIA
MICHOACAN MEX.
http://galeriaduenas.blogspot.com